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Sobre adolescentes "ilegales"

Palabras clave: Calatayud, delincuencia juvenil, juicios, consecuencias

Ayer, día diez de diciembre, asistí de oyente a unos cuantos juicios de menores con el juez D. Emilio Calatayud. Nunca había estado en un juicio antes, y he de admitir que me impresionó bastante por el contenido y por la situaciones que se creaban allí.

Hubo un par de juicios en los que los acusados lo estaban por robar una motocicleta. Primero pasaba la víctima, declaraba lo ocurrido y la situación de su moto. El juez le preguntaba qué pedía. Acto seguido pasaba el menor acusado y el juez le informaba de la pena que se le ponía (pues los hechos estaban ya probado), tras lo cual se le preguntaba al menor si estaba conforme. Éste acababa diciendo que sí sin mayor rodeo y quedaba el caso visto. Siguiente.

Pero hubo uno que me llamó la atención por la situación que se vivió en la sala. Primero, fiscal y letrado hablaron sobre el caso en sí: un menor que incumplió los diez de los doce meses de libertad vigilada a los que había sido condenado. El menor iba a ser internado en un centro para cumplir la condena íntegra. Resulto que él no sabía la condena que le iban a poner minutos después. La abogada salió de la sala (pues el chico estaba fuera) para informar de la posible pena. El menor entró acompañado de su madre, se sentó y el juez le expuso los hechos, tras lo cual le dijo que cumpliría doce meses internado en un centro. No había ni rastro de "macho alfa" en el chico. Se vino abajo. Lloró. Y la madre hizo lo mismo. Ambos salieron por puertas diferentes en unas fechas cercanas a la Navidad. 

No lo sentí por el menor. Reconoció que fue culpable y reconoció la condena de libertad vigilada que se le puso en su momento. Él decidió saltársela. Lo sentí por la madre. Una madre hundida y apenada que vio cómo se llevaban a su hijo de la sala escoltado por un policía. Los adolescentes, esos que en ocasiones se creen Dios o primos de él que piensan que el mundo no va con ellos. Y lo cierto es que no son especiales, no son diferentes aunque cada uno se perciba así mismo como único. Y no piensan en las consecuencias. Cuando actúan, cuando obran, pueden llevarse consigo su felicidad y la de quienes le rodean, y no piensan en ello. 

En una conferencia el juez D. Emilio Calatayud dijo que cuando se interna a un menor, y se le lleva a la "cárcel" para menores, cuando por la noche cierran las celdas y los menores se quedan solos, allí no se oyen gritos y jaleos de asesinos, ladrones y violadores. Lo que se oyen son llantos de niños, quejidos de soledad. Y es que cuando el adolescente líder de un grupo de gamberros se queda solo, sin apoyo, sin grupo que le siga (o sin ese líder que le de la palmadita en el hombro), allí encerrado aflora lo que en verdad es y no quiere ver: simplemente un niño.

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